Los ojos del viento
Los ojos del viento
[Relato - Texto completo.]
An G San
Un viento seco empuja a la nube solitaria por el despeñadero de un cielo turquesa. Su lengua de fuego levanta nimbos de polvo y tierra en la sabana africana. Se enreda entre los matorrales, se columpia en las ramas de la acacia y del baobab. Enmaraña la melena del león, peina las crines de los ñus, de las jirafas y de los chacales; abre las alas de los buitres y envuelve con su aliento a los suricatos que las madrigueras esconden.
El viento enmudece con el ruido del motor de un coche que avanza desde el horizonte. El todoterreno de camuflaje se detiene junto al baobab y la polvareda a su paso enturbia la estampa de una familia de cebras que se acicalan en la lejanía. Pero no solo a ellas. Envuelto en aquella bruma de polvo, el paisaje entero parece irreal, salvo por el viento de siempre, que vuelve a escucharse.
Los animales escapan con los ojos encendidos en sangre, avisados por el viento, que también huye. El polvo va cediendo a la gravedad, pero ahora, detrás del coche, otra polvareda se forma a cada palada, acompañada de gruñidos y jadeos por el esfuerzo de cavar una tumba a los pies del árbol sagrado.
En medio de una paz sepulcral, un peso muerto se desploma hasta el fondo del agujero, que las nerviosas palas tapan. Por todo rezo, una maldición a aquel cazador que no supo mantener la boca cerrada.
Una vez las palas en el maletero, se quitan los restos de tierra y empuñan los rifles antes de advertir que la sabana era ya un completo desierto.
© Obra registrada.
